La voz del que no miente susurra entre las flores,
cava en el tierra el surco,
es dueña del relincho del caballo salvaje
y de la altura verde del ciprés y el aromo.
La voz del que no miente
habla el extraño idioma de la estrella y la rosa
y en el pájaro es voz de júbilo terrestre
y es una voz de agua que lava la miseria
de la mujer y el hombre después de sus exilios.
El que sabe que el alba se presenta obediente
como niña que asiste a sus nupcias primeras
con la pasión del lirio que sabe que la noche
trastocará su blanco,
y el lila de las lilas
y el gigante amarillo
de libres girasoles sobre extensa llanura.
me preguntaba entonces si me había perdido
metido en la espesura de la duda y la angustia.
Conversaba con Dios justo a la hora
en que el cielo desgrana
su llanura de luz sobre la faz del mundo
y aunque todo era claro como mi propio nombre,
que a veces aparece como si fuera mío,
un temor a la noche, plagiaria de la muerte
batía sus tambores con funestos redobles.
Con generosa enjundia el alba me miraba.
La voz del que no miente,
del que sabe el destino de la estrella y la rosa
me dictó en el oído con voz de clavicordio:
“Has de iniciar el viaje por la ruta del trébol,
por el surco del buey, la hilera de trigales,
por el rojo costado del canto y de la sangre
hasta llegar al centro de tu propio silencio”
Con mi abrazo siempre
Long-Ohni
martes, 13 de abril de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)