martes, 13 de abril de 2010

HASTA LLEGAR AL CENTRO

La voz del que no miente susurra entre las flores,

cava en el tierra el surco,

es dueña del relincho del caballo salvaje

y de la altura verde del ciprés y el aromo.



La voz del que no miente

habla el extraño idioma de la estrella y la rosa

y en el pájaro es voz de júbilo terrestre

y es una voz de agua que lava la miseria

de la mujer y el hombre después de sus exilios.



El que sabe que el alba se presenta obediente

como niña que asiste a sus nupcias primeras

con la pasión del lirio que sabe que la noche

trastocará su blanco,

y el lila de las lilas

y el gigante amarillo

de libres girasoles sobre extensa llanura.

me preguntaba entonces si me había perdido

metido en la espesura de la duda y la angustia.



Conversaba con Dios justo a la hora

en que el cielo desgrana

su llanura de luz sobre la faz del mundo

y aunque todo era claro como mi propio nombre,

que a veces aparece como si fuera mío,

un temor a la noche, plagiaria de la muerte

batía sus tambores con funestos redobles.



Con generosa enjundia el alba me miraba.

La voz del que no miente,

del que sabe el destino de la estrella y la rosa

me dictó en el oído con voz de clavicordio:

“Has de iniciar el viaje por la ruta del trébol,

por el surco del buey, la hilera de trigales,

por el rojo costado del canto y de la sangre

hasta llegar al centro de tu propio silencio”







Con mi abrazo siempre
Long-Ohni
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